Director: Julio Medem
Año: 1998
País: España
“Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana. Sé valiente”
El anhelo paradójico de la mesura, el paralelismo escénico en que confluyen realidades diversas, es lo que va creando el círculo vivencial de los momentos más álgidos de esta cinta.
Una transición momentánea por la conjetura de los personajes que se ven confabulados por la métrica y dialéctica de las esferas como la forma de concebir las realidades y a la vez, una sobre exigida herramienta de la voz en off como el hilo conductor que sobrepasa las fronteras de la autodeterminación y la autorreflexión de las partes como un todo, estigmatiza y recrea la génesis apocalíptica de los sueños eternos y las realidades limitadas.
De esta manera, Los amantes del círculo polar están llenos de códigos y fraccionamientos de la búsqueda de un “yo” para el encuentro idílico consigo mismo. Esta soledad pincelada con lo endógeno, transmite las explicaciones reciprocas de situaciones existenciales al mundo exterior.
Es por ello que la poesía cinematográfica aparece como la sustancia divina y perfecta en las faldas del paisajismo escénico ornamental, en que la lluvia, el viento, e incluso el propio silencio como pausa del subconsciente, introducían al espectador a una interiorización contenida de las paradigmáticas escenas de contrapunto frenético.
"Otto" personifica al juego trágico de la soledad y que usa al resto no para sociabilizar, sino para protegerse en sí mismo, de su inseguridad, de su cabal y misteriosa personalidad, que lo llevará a emprender un gran viaje de búsqueda de la conciencia.
Por otra parte, "Ana" es quien pone la pausa de las coordenadas del matiz quimérico de las situaciones; teoriza los silencios y estructura la frontera entre lo circunstancial y la desesperación a posteriori de las escenas ornamentales.
Ambas historias se imbrican en un hilo coercitivo de realidades similares; la muerte de un familiar directo, trastoca la desesperanza de uno y la trastienda, pero no menos sufrida, del otro.
Todo confluye a la vez en episodios de grandilocuencia en que las miradas, la imaginación, la naturaleza e incluso la desnudez de los cuerpos, recrean el ascenso de una vida llena de ensueños. “Todo caduca con el tiempo”, “esquiar hacia arriba”, “todo es casual” comprende una caracterización esporádica de tiempos anacrónicos que aterrizan con la sincronía de los ritmos extradiegéticos en el film.
A esta paráfrasis espacio-tiempo, la acaricia, los besos y los mensajes unifican el ansia cautelosa de un amor idílico, de fantasías y de situaciones mágicas que confabulan por antonomasia en la espiritualidad consagrada de los sueños.
La huída, la desesperación y el encuentro pincelaban la fecunda yuxtaposición de los caracteres desvahídos y fragosos del azar como respuesta al destino que se tejía en las ornamentas del silencio y la palabra.
Al paralelismo diegético y la metáfora como linealidad horizontal, la mirada atónita de los personajes, el paisaje frondoso de los árboles y las lágrimas de desolación, se vinculaban con la creación de mundos paralelos que se encuentran entre los códigos superfluos de la inyección de un “otro” para el encuentro con el “yo”.
“Una vez que la bencina se acaba, el destino también frena” Esta frase emitida por el padre de Otto- llamado Álvaro- justificaba el desencanto hacia su esposa, y la esperanza de una nueva realidad y una nueva vida.
Otto rompió esos esquemas y estructuras, porque al eje doctrinario en que circulaban los pensamientos de su padre, siempre imaginó que la huida o la fuga de ese proceso cancerígeno, contradecía los sentimientos retroalimentados que había aprendido de Ana.
No por nada Julio Medem, quien fuera el director de esta gran cinta, crea a sus personajes protagonistas –Ana y Otto- en un mundo palindromático, vale decir, sus nombres pueden leerse al revés, al igual que el apellido del propio director; algo bastante curioso.
Sobre esta temática, es la interpretación de realidades alegóricas que trascienden entre un futuro- pasado y presente sincrónico de catarsis, lo que configura el argumento poético y a la vez filosófico de una imbricación de situaciones paradójicas y bastante circunstanciales.
Un film lleno de interpretaciones, códigos y recursos que patentan la acción y reacción de mensajes transitorios de la bisagra como artefacto cinematográfico en el giro curioso de la perfección y la imaginación.
Año: 1998
País: España
“Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana. Sé valiente”
El anhelo paradójico de la mesura, el paralelismo escénico en que confluyen realidades diversas, es lo que va creando el círculo vivencial de los momentos más álgidos de esta cinta.
Una transición momentánea por la conjetura de los personajes que se ven confabulados por la métrica y dialéctica de las esferas como la forma de concebir las realidades y a la vez, una sobre exigida herramienta de la voz en off como el hilo conductor que sobrepasa las fronteras de la autodeterminación y la autorreflexión de las partes como un todo, estigmatiza y recrea la génesis apocalíptica de los sueños eternos y las realidades limitadas.
De esta manera, Los amantes del círculo polar están llenos de códigos y fraccionamientos de la búsqueda de un “yo” para el encuentro idílico consigo mismo. Esta soledad pincelada con lo endógeno, transmite las explicaciones reciprocas de situaciones existenciales al mundo exterior.
Es por ello que la poesía cinematográfica aparece como la sustancia divina y perfecta en las faldas del paisajismo escénico ornamental, en que la lluvia, el viento, e incluso el propio silencio como pausa del subconsciente, introducían al espectador a una interiorización contenida de las paradigmáticas escenas de contrapunto frenético.
"Otto" personifica al juego trágico de la soledad y que usa al resto no para sociabilizar, sino para protegerse en sí mismo, de su inseguridad, de su cabal y misteriosa personalidad, que lo llevará a emprender un gran viaje de búsqueda de la conciencia.
Por otra parte, "Ana" es quien pone la pausa de las coordenadas del matiz quimérico de las situaciones; teoriza los silencios y estructura la frontera entre lo circunstancial y la desesperación a posteriori de las escenas ornamentales.
Ambas historias se imbrican en un hilo coercitivo de realidades similares; la muerte de un familiar directo, trastoca la desesperanza de uno y la trastienda, pero no menos sufrida, del otro.
Todo confluye a la vez en episodios de grandilocuencia en que las miradas, la imaginación, la naturaleza e incluso la desnudez de los cuerpos, recrean el ascenso de una vida llena de ensueños. “Todo caduca con el tiempo”, “esquiar hacia arriba”, “todo es casual” comprende una caracterización esporádica de tiempos anacrónicos que aterrizan con la sincronía de los ritmos extradiegéticos en el film.
A esta paráfrasis espacio-tiempo, la acaricia, los besos y los mensajes unifican el ansia cautelosa de un amor idílico, de fantasías y de situaciones mágicas que confabulan por antonomasia en la espiritualidad consagrada de los sueños.
La huída, la desesperación y el encuentro pincelaban la fecunda yuxtaposición de los caracteres desvahídos y fragosos del azar como respuesta al destino que se tejía en las ornamentas del silencio y la palabra.
Al paralelismo diegético y la metáfora como linealidad horizontal, la mirada atónita de los personajes, el paisaje frondoso de los árboles y las lágrimas de desolación, se vinculaban con la creación de mundos paralelos que se encuentran entre los códigos superfluos de la inyección de un “otro” para el encuentro con el “yo”.
“Una vez que la bencina se acaba, el destino también frena” Esta frase emitida por el padre de Otto- llamado Álvaro- justificaba el desencanto hacia su esposa, y la esperanza de una nueva realidad y una nueva vida.
Otto rompió esos esquemas y estructuras, porque al eje doctrinario en que circulaban los pensamientos de su padre, siempre imaginó que la huida o la fuga de ese proceso cancerígeno, contradecía los sentimientos retroalimentados que había aprendido de Ana.
No por nada Julio Medem, quien fuera el director de esta gran cinta, crea a sus personajes protagonistas –Ana y Otto- en un mundo palindromático, vale decir, sus nombres pueden leerse al revés, al igual que el apellido del propio director; algo bastante curioso.
Sobre esta temática, es la interpretación de realidades alegóricas que trascienden entre un futuro- pasado y presente sincrónico de catarsis, lo que configura el argumento poético y a la vez filosófico de una imbricación de situaciones paradójicas y bastante circunstanciales.
Un film lleno de interpretaciones, códigos y recursos que patentan la acción y reacción de mensajes transitorios de la bisagra como artefacto cinematográfico en el giro curioso de la perfección y la imaginación.
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