Director: Pablo Larraín
País: Chile
Año: 2008
Ante la paradoja de los personajes apáticos, frustrados por una realidad deprimente y al acompañamiento retórico de un predominio nefasto de la frialdad, el cine latinoamericano, y más aún, el cine chileno comienza a trastocar los tópicos exógenos influyentes de la realidad al mundo cotidiano.
Esta contextualización y dialéctica narrativa del discurso, proviene del cine chileno de los 60s, en que la fuerte influencia social y política de la reflexión de transformaciones sistemáticas, logran atención en la conciencia del sujeto como eje precursor de cambios transversales, y así situar a la lógica cinematográfica mediante el planteamiento neorrealista que menciona Jorge Sanjinés: hacer del cine, una herramienta para filmar la realidad.
A ello, debe sumarse la contemplación de una inusitada traspapelación de un melodrama coherente, sensible y a la vez lleno de estupefactos dominios mentales.
De esta manera, enlosamos la percepción de imagen-movimiento, propuesta por Deleuze en la filmografía de Pablo Larraín titulada “Tony Manero”.
A la percepción de imagen- acción e imagen afección, es como el sentimiento banal e incluso logístico de encontrar el sentido del ser en el aparecer, sitúa al personaje protagónico en un viaje de búsqueda y ansiedad- como bien sitúa Heidegger- un proceso que nunca termina ni concluye nada al respecto; sin embargo, la percepción en este sentido logra un análisis metódico e influyente, pues quien se encuentra fuera del mundo diegético- en este caso el espectador- tiene la capacidad de suplir y manipular la realidad a través de las interpretaciones coyunturales del mundo en cuestión.
Tony Manero, un personaje basado en la retórica periférica, va construyendo sus sueños mediante situaciones de grandilocuencia, en que la trama central parece una defragmentación del vagabundeo, de la causalidad, y por sobretodo, de los sueños motrices que deambulan por su conciencia.
Frente a ello, debe agregarse por antonomasia, lo que Pasolini denomina como la poesía cinematográfica, enclaustrada en el encadenamiento y prisión del subconsciente en el personaje de Alfredo Castro; vale decir, a la apertura de una nueva imagen y un nuevo pensamiento basado en el drama óptico y en la entidad mitológica de un sistema de tópicos que mortifica el movimiento en el montaje.
No obstante, y al alero de esta nueva imagen, Pablo Larraín sitúa a sus personajes en lo que Bertolucci concatenó en el film Los Soñadores (2003) y el Último tango en París (1973) en referencia a los desnudos y al ensamblaje no pudoroso de sus escenas. No cabe duda que esta situación paradigmática en Europa en los años 60s, viene a moldar una nueva teoría y atrevimiento macro conceptual en el cine chileno.
Las estructuras parecen estar dañadas y alteradas bajo el precepto conservador con que el espacio histórico afecta a la libertad de los accionares colectivos, de una transformación austera pero transgresora.
Chile se situaba entre los miedos y la desolación, entre la tristeza y el parcelamiento dogmático de sus pensamientos. La inquietud y la inseguridad estaban frente a los ojos del sujeto premeditado de la fábula estigmatizante de la arbitrariedad y la autocensura del “yo” implantado dictatorialmente, por el “otro”.
A esta antítesis sensitiva, los tópicos de agresión, violencia y sueños frustrados, deambulan a lo largo de todo el film. Ejemplos de fuga, huída y evacuación, conjeturan la prisión de Tony Manero en las redes políticas y sociales con que Chile sufría la verdadera depresión mental y sicológica, de un abismante proceso tiránico en los claustros militares-esféricos del cono sur en América latina.
Planos detalles para reflejar el deprimente ocaso de la figura emblemática de Tony Manero, su rostro demacrado por la senil idea de una depresión física y mental que se gesticula con la forma en como Alfredo Castro va rechazando las diferentes propuestas del resto de los personajes. Sin embargo, él aún sitúa su personalidad en la dialéctica del individualismo, del “yo”- aunque decadente- pero siempre triunfante al alero tanto de los miedos históricos con que se contextualiza el film, como también, con creerse siempre superior al resto, una especie de “rock Star” independiente.
Ante la fluidez de planos conjuntos y generales, para denostar la fatídica recreación de fines de los 70s y comienzo de los 80 en Chile, la estructura dramática en el espacio narrativo y simbólico parece ser que retroalimenta la relación imagen-acción del personaje; vale decir, los cambios políticos afectan directamente a todos los personajes, no así a Tony Manero, quien a su vez aprovecha las disensiones para crear su propio mundo y su propia estructura quimérica del ensueño melodramático que se refleja a los largo del film
Sin lugar a duda una mirada distinta, pero no diferente del cine chileno, es lo que Pablo Larraín construye en esta película. Algo nuevo, pero no novedoso que traspapela a la figura del espectador como ser consciente de la sincronía de imágenes y variación de planos. Sin embargo, pese a ser muy pretencioso en sus proyecciones, logra catalizar los escalafones metodológicos con que el cine chileno se sitúa a la competencia de grandes producciones extranjeras
. Una alternativa para que los sueños logren existir, pese a que el cielo sigue estando bajo la nebulosa situación autoritaria que dejó la dictadura, nunca es tarde y nunca es temprano para pincelar los cuadros cinematográficos, en verdaderos colores que atisben el resplandor del séptimo arte, como eje revolucionario de dogmas y creencias impuestas.
1 comment:
Es raro a veces como se logra plasmar a través de historias con visiones vanales y simplistas realidades que nos invitan y llevan a situaciones donde podemos llegar más alla, me refiero al “más alla” a la interesante analogía que haces en referencia al “ser” de Heidegger, la cual se presenta de manera más interesante aún por el hecho de poder prestarse para la libre interpretación de quien accede a ella.
Película y critica bastante locuaz, en verdad es posible establecer una real copia de comose ha ido transformando la sociedad desde la decada de los 80 preferentemente, en especial a través de mecanismos de represion encubiertos y de la mantencion de un “yo” personal, dejando de lado el “yo” colectivo”, el de las masas, aquel que permite generar empatia en el otro…todo en desmedro de la colectividad…
una muy buena critica, que pudiera perfectamente servir como critica a lo que “somos” (me incluyo) como sociedad.
He ahí mi humilde opinión
Saludos
Post a Comment